Desnivel N°420, Trampa Celestial en el Baruntse

Desnivel
13/04/2022 23:31

Trampa Celestial en el Baruntse
Heavenly trap (ABO+, VI+, M6+, 80°, 1800m)

Los checos protagonizar onla mayor historia desuperación de la pasada primavera en el Himalaya con la apertura de una línea en la cara oeste del Baruntse (7152 m). Los seis días previstos de actividad se convirtieron en diez, del 21 al 30 de mayo, superando un desnivel de 1300 metros por terreno difícil. El imprevisto ciclón Yass les atrapó en la arista cimera (7000 m), sportando tres vivacs, con un esforzado descenzo por la arista sureste hasta aproximadamente los 6000 m, desde donde fueron rescatados en helicóptero. Marek (46), dos veces galardonado noc un Pioletde Oro, lo describe como uno de los ascensos más duros de su carrera.
Un tiempo especial. Otro otoño, un invierno, una primavera que empieza, otros problemas en la sociedad, nuevos temas, incluidos los miedos que se han mantenido ocultos hasta ahora emergen de repente como gusanos de sus agujeros. Especialmente el futuro, que de repente parece ligeramente borroso, sin contornos definidos. Es una breve descripción de un año que no esperaba, que arrasó con muchos planes, reveló debilidades en las certezas y aumentó las exigencias de improvisación y acción. Estoy exponiendo los hechos, no me estoy quejando en absoluto. Porque, por mi naturaleza, una cierta dosis de caos social es un caldo de cultivo en el que prospero. Pude pasar muchos meses en las famosas zonas de escalada en roca de Italia y España, donde la gente seguía funcionando normalmente. De repente se hizo la paz, solo interrumpida a veces por un viento arrollador que chocaba contra las rocas. Además, a mi pequeña la echaron del colegio, y la asistencia a clases online se podía hacer desde cualquier sitio donde hubiera conexión a internet. Por tanto, no estábamos atados a casa y pudimos cruzar el mapa viral de Europa. El resultado fue que mi familia permaneció junta y lo disfrutamos plenamente. Algo que no siempre tendremos en el futuro. Simplemente fue un tiempo excepcional el que nos depararon las circunstancias. Lo único que no prosperó fueron mis expediciones a las grandes montañas. Así que comencé a sentir una gran inquietud. Por suerte, con la llegada de la primavera, la nieve comenzó a derretirse no solo en las laderas del Himalaya, sino que todas las prohibiciones y regulaciones para visitar nepal comenzaron también a disolverse.
Puerta abierta a Nepal
En ese momento, cuando se abrió la puerta a nepal, me puse a ello. Rápidamente me familiaricé con los obstáculos oficiales y me embarqué en un incierto juego de azar, en el que las posibilidades de cancelar el vuelo superaban significativamente las de partir. Una cosa tengo clara: no padezco del miedo a la incertidumbre, y si hay una única oportunidad de hacer un intento, lo hago. Al final, me recibió el familiar hedor dulce, tan típico de la metrópoli nepalí de Katmandú, si bien el pulso y el bullicio de la ciudad habían desaparecido, encerrados en algún lugar por los confinamientos en las casas ante el covid. Con todo, aquí tampoco había paz. Teníamos que darnos prisa, así que rápidamente envié de camino a Lukla a Radek, mi compañero de escalada, junto a otros amigos que venían con nosotros. Tuve que superar los trámites en Katmandú y citarme en el Ministerio de Turismo, donde gentilmente me dieron un permiso para la montaña, evidentemente tras el pago de miles de dólares a la organización. En cuanto esto sucedió, la puerta se cerró detrás de mí y todo nepal cayó en un duro confinamiento. Salí de Katmandú al borde de la legalidad, asistido por algún pequeño incentivo económico en ciertos lugares. Rápidamente fui a juntarme con mis amigos en las montañas. Sabía que allí sería libre y que el destino volvería a estar en mis manos. Un gran grupo de amigos y porteadores me esperaba en Lukla. Paradójicamente, incluso aquí, en la puerta del paraíso, no pude deshacerme de la sensación de que algún “coletazo” de la burocracia podría frustrar nuestra partida hacia las montañas. En cuanto el avión aterriza en la pista y me he bebido dos cervezas en el Paradise Hotel, todos corremos hacia el corazón del Himalaya.
De camino al paraíso
Al día siguiente nos encontramos con un grupo de amigos en dirección opuesta, los máquinas de las montañas Honza Trávníček, Háček (Zdeněk Hák) y Banana (Jaroslav Bánský), que se traen una primera ascensión al Kangchung Shar. Ellos vuelven a Mordor y nosotros vamos hacia el paraíso. Intercambiamos sonrisas y experiencias y celebramos tanto su exitosa ascensión como nuestro encuentro. nos sentamos en un lodge, donde Didi, responsable del establecimiento, empieza a corretear; en unos momentos hemos bajado significativamente sus reservas de cerveza. Pero todos tenemos que seguir avanzando ese día, así que procedemos a la despedida. La mitad de las siluetas borrachas continúan en dirección a Lukla, mientras que el resto subimos la cuesta y cruzamos los puentes colgantes hasta namche Bazzar. Los días siguientes transcurrieron de trekking con amigos, lo que Allí nos aguardaba una completa paz y abandono entre montañas gigantes. Inmenso, lejano, sin un alma viviente, solo el silencio roto ocasionalmente por el crujido del hielo, el rodar de los escombros de la morrena o una avalancha cayendo.
Un deseo antiguo
Teníamos nuestro objetivo a la vista todos los días, con solo abrir un poco la tienda por la mañana, o cuando iba al lago a lavarme los dientes, o en el atardecer, cuando el sol bañaba de rojo la pared oeste. El único y escultural Baruntse llenaba todo el horizonte dejando claro quién era el jefe aquí. Había sentido esa implacable mirada del gigante en mi memoria desde hace unos años. Es una también fue una buena aclimatación para Radek y para mí. Fuimos recorriendo cincomiles alrededor de Gokyo y luego el punto más alto de AmphuLabcha hasta el valle de Hunku. Toda la aproximación nos llevó unos maravillosos quince días por el corazón de los Himalayas. no tuvimos muy buen tiempo, pero cada día aparecía un milagro ante nuestros ojos. Tras descender de la última loma, a casi seis mil metros, llegamos al campo base del Baruntse. pared vertical solo cubierta con un poco de hielo y nieve que irremediablemente despierta los temores. Un espectáculo asombroso que te hace bajar la mirada al suelo y a la vez incita el deseo de seguir mirándolo; una mezcla de monstruosidad, asombro, belleza y admiración. Desde el primer encuentro, cuando recorrí con la mirada el perfil del Baruntse, fui buscando sus puntos débiles y en seguida una idea clara de una línea nueva se me quedó en la cabeza. La descarté. A algunos pensamientos les lleva su tiempo para que la conciencia y el coraje se asienten. no reviví aquella idea hasta 2019, cuando mis pasos me trajeron aquí de nuevo y el Baruntse me sonrió en toda esa belleza perezosa de la Mona Lisa. Estaba atrapado en mis propias redes y sabía que esa mirada lasciva me perseguiría en mis sueños. Esa única maldita mirada determinó la dirección de la futura expedición y mis pasos. Sin embargo, en ese momento había otro primer puesto en mi lista, un poco más adentro en el mismo valle, donde Háček y yo fuimos a escalar una nueva ruta en la pared noroeste del Chamlang. Es mayo de 2021 y estoy de nuevo bajo la pared del Baruntse.
Esperando el buen tiempo
Llegamos al CB bajo la pared del Baruntse el 13 de mayo. Ya estábamos bien aclimatados y solo esperábamos que dieran cuatro días de buen tiempo continuo para ir a la pared oeste. Esos días aún no llegaban, aunque no era del todo malo, porque el clima nos permitía al menos correr por los cerros aledaños y así aprovechar nuestro tiempo. 21 de mayo. Llega un mensaje al teléfono satelital que inmediatamente aumenta la presión en el torrente sanguíneo. nuestro momento, para el cual hemos venido tan lejos, está llegando. Empaquetamos el material de escalada, comida para seis días e inmediatamente corremos al glaciar. nuestro primer vivac está escondido bajo un serac de hielo, el cual nos protegía de cualquier piedra que cayera desde lo alto. También hemos de admitir que esta masa de hielo es solo un río congelado que todavía se mueve, eso sí a la velocidad de un caracol. Solo esperábamos que no se moviera de esa solidez helada justo en el momento en que estábamos debajo. 22 de mayo. Empezamos recorriendo los primeros metros de una pared de dos kilómetros e inmediatamente nos encontramos con una escalada desagradablemente pesada. El hielo estaba duro en las partes bajas, que a menudo se convertía en secciones mixtas. Los piolets y las puntas de los crampones chirriaban como si estuviéramos arañando una pizarra con las uñas. Los piolets, incluso con la pegada más ligera, no penetraban profundamente, quebrando aquel manto milenario de la montaña en un millón de pequeños fragmentos que caían directamente sobre la cabeza de Radek. Tampoco era raro, ya que la pared oeste ha sufrido un gran cambio en los últimos años de sequía, cuando mucha nieve y hielo ha desaparecido de las paredes. Solo quedó la piel más dura, que soportó las fluctuaciones de temperatura. Una ascensión como la de la expedición rusa de 1995, capitaneada por Sergei Efimov, que recorrió el pilar de la pared oeste, significativamente a la derecha de nuestra línea, sería irrepetible en las condiciones actuales. El cambio ha de venir de nuevo y llegará un período más abundante de lluvias.
Por hielo duro como el vidrio
La dificultad del terreno no nos permitía avanzar rápido, con tramos cada vez más duros que ralentizaban la escalada. Todavía hacía temperaturas por debajo de cero, pero los rayos del sol empezaron a soltar las piedras de la parte superior, y los zumbidos de los proyectiles empezaron a caer a nuestro alrededor. Después de diez horas sobre las puntas de los crampones y clavando los piolets, que rebotaban en un hielo duro como el vidrio, lo único que tenemos que hacer es tallar una repisa en la cresta de nieve pegajosa, que nos recuerda a un tubo de órgano. nos espera un vivac sentados y colgados de la cuerda toda la noche. La tienda que hemos montado no tiene varillas, solo cuelga. Desde la distancia, parece una bolsa de basura noc dos marionetas en una cuerda. Es un espacio bastante escaso, apenas para dos culos con las piernas colgando sobre el abismo. Además, estábamos cien metros más bajo de lo que originalmente habíamos planeado escalar hoy. Una ruptura en los planes y la psique desde el principio. “Radek, tenemos que ponernos al día mañana”, me digo a mí mismo. Unas palabras tranquilas salen del nudo retorcido a mi lado: “Marek, lo conseguiremos...”. 23 de mayo. El tiempo es bueno. Escalamos hasta la placa de hielo, que nos lleva en diagonal a la izquierda por encima del órgano de nieve hacia las secciones de roca. Golpeamos con los piolets hielo duro todo el día y ascendemos por una canal, siempre delimitada por sucesivas nervaduras de nieve suelta. La escalada es monótonamente agotadora y peligrosa. Mis pantorrillas arden de can sancio y mis manos pierden su balanceo con cada nuevo atasco del piolet. Esta sección nos vuelve a costar mucha energía pero, por fortuna, acabamos con una grata sorpresa a última hora de la tarde: cuando el rojo ocaso está lamiendo la pared, encontramos un agujero para la tienda. Es una cueva de nieve formada por el viento y la congelación. Parece un nido de golondrina helado pegado a la pared. Después de un pequeño acondicionamiento, tenemos un campamento bastante adecuado, en el que podemos estirarnos y recuperar el déficit de sueño de la noche anterior. Me doy cuenta de que no he intercambiado muchas palabras conRada. no hemostenido tiempo para beber ni para comer. Estamos hambrientos y devastados. El lugar en el que dormimos hoy es propicio y en menos de una hora nuestras gargantas secas se humedecen con el primer té. Adaptarse al cambio
24 de mayo. Por la mañana nos encontramos con el tramo más difícil de la ascensión. Sobre nuestras cabezas tenemos una barrera de roca descompuesta de 250 metros. noslleva un tiempo decidir por dónde seguimos. El ritmo se ralentiza por completo y el clima empieza a empeorar. “Radek, la sección que tengo por arriba no se puede asegurar mucho, es una roca en capas con una pendiente desfavorable, que tiene pinta que se va a desconchar mientras la escale. Voy a poner otro clavo para que haya al menos otro seguro entre nosotros antes de ir a por la ruleta rusa”. “Estoy al tanto Marek, e intenta poner otro friend o algo”. “Sí, y habrá rocas voladoras, así que escóndete; solo espero no volar con ellas”. Al final, con mucho esfuerzo y en medio de una fuerte nevada, avanzamos unos setenta metros hacia la cresta. La escalada fue difícil, desagradable, pero al final lo que nos detuvo el paso fue el clima. Los ríos de nieve cayendo parecían serpientes blancas arrastrándose por la pared, bañándonos con una ráfaga de diminutos copos de nieve congelada. De nuevo tenemos que encontrar un lugar para pasar la noche que no estaba planeado. nuestra tienda debería estar en la cresta ahora. Maldita sea. Afortunadamente, encontramos un promontorio rocoso que sobresale por encima del valle, que tiene el tamaño justo para nuestra tienda. Montamos el aéreo vivac en un espacio que no tiene ni un centímetro adicional a cada lado, con “solo” un kilómetro de vacío alrededor. A excepción de una estrecha canal que nos conectaba con la pared, nos rodean corrientes de nieve. En la tienda, sacamos los sacos de dormir que, gracias a las noches anteriores, están húmedos y congelados. Con todo, es mejor meterse en ellos e intentar guardar el calor. Saco mi teléfono satelital para ver un mensaje de Alena, nuestra amiga la meteoróloga que nos envía los informes meteorológicos. “Maldita sea, se suponía que el tiempo no iba a cambiar hoy, y parece que va a empeorar mañana por la tarde”, es mi pensamiento, y leo después el mensaje que lo confirma, respondiéndole con más información sobre el tiempo que hace. La naturaleza puede reinventarse a sí misma sin tener en cuenta modelos matemáticos y años de estudio en predicción meteorológica. Este empirismo siempre me recuerda que nada estan firme, claro o inmutable. También es cierto que no podemos anticipar todas las variables de antemano para estar preparados para ellas. En la montaña es necesario aprender a aceptar el cambio y responder ante él. Es cierto que vamos medio día más lentos de lo esperado, pero también el dramático deterioro del tiempo llegó un día y medio antes de lo previsto. Esto aceleró los problemas de los siguientes días... Tengo en la cabeza una visión de la mañana que aún está por llegar. Pero todavía estamos colgando por debajo de la arista somital,somos vulnerables. no podemos descender, el único camino posible es hacia arriba. Tenemos que esperar que el clima nos permita escalar esas pocas decenas de metros mañana y luego descenderemos por la arista hacia terreno seguro. Esa era la idea, que tampoco se hizo realidad... De repente, suena un SMS en el teléfono satélite. Alena escribe: “Mañana el clima será como hoy y por la noche habrá un deterioro importante. Y al día siguiente, vendrá el ciclón”. “Eso significa Radek que tenemos que ser más rápidos, llegar a la arista e inmediatamente correr hacia abajo. Si el mal tiempo nos pilla arriba, tendremos un gran problema”. “Mañana iremos rápido, no quiero estar aquí ni un minuto más, Marek”. nos quedamos dormidos con una sensación de lucha.
En la oscuridad blanca
25 de mayo. Por la mañana está nublado y hay poca visibilidad, pero no nos queda más remedio que subir a la cumbre y descender luego por la arista. Es fácil de decir, pero la nieve que no deja de caer, con viento incluido, y las últimas secciones de mixto nos llevarán de nuevo todo el día. En uno de los largos, Radárek llega hasta donde estoy y masculla “joder, que termine ya”. Trato de no empeorar la situación y con calma respondo: “Estará bien, solo puede ir bien”. no sabía que me estaba mintiendo a mí mismo. Llegamos a la cumbre alrededor de las 16:00 h, completamente congelados, cubiertos de una capa helada y sin poder ver un paso adelante debido a la espesa niebla. Solo podemos montar la tienda poco después, sabiendo que el miércoles el huracán y la nevada no nos esquivarán. Como pequeño consuelo, me sigo repitiendo que al menos ya hemos dejado aquella pared terrorífica detrás. Con la oscuridad llega un fuerte viento que, con la brutalidad de un disparo, arroja nieve sobre la delgada pared de nuestra casa. Parece que la tienda no puede resistir la embestida y que en cualquier momento se va a desgarrar. Justo antes del amanecer, el viento sigue soplando, pero la tienda ni siquiera se mueve; está completamente cubierta de hielo, convertida en un iglú. El interior se ha reducido al mínimo, con ambos apretujados sin mucho margen de movimiento. Incluso el aire que exhalamos es pesado. En todo caso, ninguno de los dos quiere ir al infierno todavía. no nos queda más remedio que intentarlo, de lo contrario ese lugar se convertirá en nuestra tumba. Así que allá vamos… 26 mayo. Por la mañana, movemos la tienda completa unos metros alejada de la nieve recién caída, mientras hacemos las maniobras completamente a ciegas. no nos vemosla punta de la nariz, y evidentemente mucho menossi estamos demasiado cerca del borde, tras el cual se abre el vacío hasta el glaciar. A nuestro alrededor, la oscuridad blanca nos impide cualquier intento de descender. Esos pocos minutos fuera de la tienda nos parecen una eternidad. El frío con el viento nos heló en un momento, a través de la ropa mojada. Luego nos llevó horas que el temblor de nuestros cuerpos se estabilizara en el saco de dormir y recuperar una sensación de calor. Permanecimos uno al lado del otro todo el día sin hablar, con pensamientos oscuros vagando por nuestras cabezas, guardados para nosotros mismos. Ambos sabemos muy bien que la situación es mala. no hay pronóstico de mejora del tiempo en los próximos tres días. Al contrario, empeorará aún más el viernes. Por delante tenemos un futuro de 72 horas de permanecer acostados en los sacos de dormir mojados, sin poder dar un paso, además del hecho de estar en una arista, a siete mil metros de altitud, en un punto afilado como un cuchillo y con paredes cayendo más de un kilómetro a cada lado. Por la noche vuelve a soplar el viento, que pasa a ser un huracán, y cubre por completo nuestra tienda con más nieve reciente. no hay cambios hasta la mañana.
En el infierno helado
27-28 de mayo. Permanecemos tumbados todo el día. A la mañana siguiente, alrededor de las diez, el viento comienza a calmarse. Incluso la espesa niebla se empieza a disipar. Rápidamente nos ponemos a recoger la tienda con la idea de empezar a bajar al menos un poco hoy. Hay una luz difusa que nos produce un efecto de embriaguez. no reconocemos lo que tenemos delante y no somos capaces de distinguir bien dónde pisamos. El entorno se ilumina con un blanco resplandeciente y nos movemos sin sentido. “Radek, no podemos seguir, no vemos nada”. “Pero tenemos que seguir, o moriremos aquí, Marek”. “Sé que es difícil de aceptar, pero no hay nada que podamos hacer, tenemos que esperar. Porque ni siquiera sabemos si nos vamos a caer al vacío al siguiente paso”. “Vamos a intentarlo de nuevo”, insiste la voz de Radek. “Mierda, ni siquiera sabemos si estamos bajando por la arista o por alguna de las ramificaciones hacia los lados”. nuestra acalorada discusión continuó por un momento, empapada de tensión. Al final, prevaleció la razón pragmática. Unas decenas de metros más abajo volvemos a montar la tienda y nos metemos en ella. Esta vez durante dos días y dos noches. El clima sigue siendo terrible, e incluso las tareas básicas ordinarias, como hervir agua o salir a orinar, nos cuestan mucho esfuerzo. Durante ese tiempo, liberamos la tienda nuevamente de las garras de la nieve. Esto se convierte en una actividad diaria, esperamos y rezamos. no hay nada más que podamos hacer. Mientras tanto, todas las cosas que están mojadas se congelan y el frío nos muerde. Y las reservas de alimentos se acaban. nos queda una comida, y solo para una persona, nada más. Todavía nos queda un cartucho de gas para derretir nieve, pero ya no hay más té ni pastillas solubles. 30 de mayo. Amanece una bonita mañana y la promesa de un buen día. Inmediatamente aprovechamos la oportunidad que nos brinda y utilizamos el teléfono satelital para sintonizar las coordenadas con el piloto del helicóptero. no tenemos ganas de sufrir y luchar con las avalanchas. Anoche fue demasiado, siento que mis pies están congelados y tengo un hormigueo infernal en dos dedos. “¿Cómo estás, Rádek?” “Todavía no lo sé, pero Dios, que nos recoja el helicóptero, no quiero seguir más”. Por suerte, nuestra llamada fue atendida y a las 7 de la mañana un helicóptero nos liberó del infierno helado. Sobrevolamos la pared oeste, que ha sido nuestro hogar durante diez días. Observo los lugares que ya están profundamente grabados en mi memoria, mientras me alegro de alejarme cada segundo. Estoy vivo, y por fin puedo permitirme controlar las emociones. Siento la alegría de un sueño cumplido, una oleada de agotamiento, la aparición de un dolor que se dispara en pulsaciones en mis dedos congelados. La máquina flota como una libélula justo en el centro del Himalaya, por encima del Amadablam, el Lhothse, el Everest, el Pumori, el Kusum Kanguru y otras hermosas montañas en el horizonte. El piloto las sobrevuela en 30 minutos y ya estamos aterrizando en Lukla, donde empezó todo. Sin embargo, justo antes de aterrizar, miro Ráda y trato de hacerme oír sobre el ruido del motor… “Gracias Radek, estuviste genial otra vez”.
 Márek Holeček

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