Campobase, Kyajo Ri, Apertura "sin miedo, ni dinero"

01/10/2018 19:17

"Lapse of reasn" Regreso a Kyajo Ri
El viaje primaveral al Himalaya Nepalí me trajo a la mente la imagen de un ratón dando vueltas en una rueda. Corres y corres, y cuando te detienes, te das de bruces contra el suelo. Y encima, la lógica rotación por inercia de la rueda te golpea sin piedad lanzándote lejos… Se
acabó el juego, así es la cosa. En resumidas cuentas, sabía que la elección del momento oportuno para tomar cualquier decisión sería fundamental. Teníamos claro que todo debía encajar a la perfección, y a la primera, como los ingredientes de un buen caldo. Por suerte, al final, todo encajaría a la perfección… Disfrutaríamos de tres semanas maravillosas de caminatas entre valles, durante las cuales superamos grandes elevaciones, y finalmente añadimos más de 6.000 cerezas (metros) para aderezar un ya de por sí más que delicioso y dulce pastel. Por mi parte, me encontraba muy bien físicamente: mi cuerpo estaba listo como el de un maratoniano, y había realizado una aclimatación fantástica. No obstante, mi aspecto era el de un bacalao seco de ojo saltones. Pero la mente, a veces, apresura el arranque de las máquinas y te empuja hacia aventuras que pueden llegar a ser devastadoras… El punto de estabilidad al que me agarraría ante lo que se avecinaba era “Hook”, es decir, Zdeněk Hák, quien no dejaba de correr como un toro debocado por los pastores de Lunden, haciendo tiempo, y a la espera de que me reuniese con él. Esperaba ansioso verle y disipar algunas de las dudas que tenía, porque me atormentaban algunos puntos sobre la dura escalada a la que sabía íbamos a enfrentarnos. “Hook” me llevaba dos días de ventaja en cuanto a recorrido, pero su aclimatación había sido prácticamente nula. Eso igualaba las fuerzas. Llegar hasta “Hook” me supuso un gran esfuerzo. Estaba ansioso por empezar a ascender, y
aceleré el paso, realizando el camino en la mitad de lo habitual. Al final acabé casi corriendo como un loco, ignorando la fatiga, y subiendo y bajando ladera tras ladera. Sentía que me estaba midiendo en fuerzas al gigante en forma de colmillo que se elevaba sobre Lunden. Era una estampa un tanto curiosa, yo corriendo para encontrarme con “Hook” en el fin del mundo... ¡Eso es lo que yo llamo amor! El “gancho” perfecto Toda la historia nacía en invierno, un año antes. El primer empujón llegó de parte de Martin Otta cuando me enseñó un escudo rocoso simétrico en una fotografía, algo que inmediatamente captó mi atención. “¿Qué es eso?”, le pregunté. “Ese es mi chico, Kyajo Ri, y su pared este y oeste, las cuales nunca nadie ha sido capaz de conquistar”, me respondió Martin. “Y ahora que te veo, olvídate de esto y bórralo de tu mente”, añadió Así fue como, sin querer, plantó la semilla en mí, una que, poco a poco, iría creciendo. El resultado de aquella conversación empezaría a dar sus
frutos en el viaje junto a Ján Smoleň durante la primavera del 2017. Una mini expedición que nos incluía solo a nosotros dos. Escalaríamos por un corredor muy vertical, sin mayores
problemas, hasta la horizontal arista. Vivaqueamos en una especia de “Nido de Águila” bastante cómodo, lo que nos permitió descansar y disfrutar de agradables momentos de paz en aquella remota pared… Sin embargo, aquello era un espejismo. No sabíamos lo que nos
aguardaba aún. A la mañana siguiente todo estaba del revés. Ján empezó a vomitar y la cabeza le daba vueltas. La única solución lógica era salir de allí. Y sí, es fácil decirlo, pero cuando te encuentras a 700 metros del suelo, y tu compañero se siente tan mal, no es nada sencillo. Así que, ¿cómo lo solventamos? No sé bien, el caso es que logramos descender, pero ya no nos quedaban fuerzas para un nuevo ataque. Aquel fue el final de mi primer
intento. “Olvídalo de antemano”, las palabras de Martin mofándose de mi resonaban una y otra vez en mi cabeza en mi cabeza. ¡Maldita sea! ¡Una vez más! La verdad es que cuando las cosas no salen a la primera a la fuerza… pues usa más fuerza y añade algo de vehemencia. Así que, mi regreso era obvio, pero necesitaba un gancho (“hook” en inglés), y ese era mi compañero “Hook”. Me puse inmediatamente en contacto con Zdeněk “Hook”
Háček. Como siempre, se rascó la perilla y me respondió en menos de tres segundos: “¿Por qué no? ¡Vamos!”. La verdad es que los problemas siempre llegan, así que no merecía la pena darle demasiadas vueltas a las cosas por adelantado… No íbamos a resolver nada.
Ese carácter resolutivo y decidido volvería a aparecer cuando me encontré con “Hook” en Lunden… Un encuentro fugaz ya que nada más reunirnos nos pusimos sin perder un minuto a trabajar en la pared. Bueno, debo admitir que yo me quise regalar un día extra para aclimatarme al lugar. Un día que además usé par dejarme “mimar” por Didi y sus delicias culinarias. Ni miedo, ni dinero Al día siguiente me puse el arnés a primera hora de la mañana y me encaminé ladera arriba siguiendo los pasos de Zdeněk. El campamento bajo la pared oeste es, por un lado, un lugar mágico, con una especia de playa de arena, pero por otro lado es un auténtico espectáculo aterrador con una pared rocosa que se eleva orgullosa hasta las nubes. Observando la enorme pared, salteada con diminutos capilares de nieve, “Hook” no pudo reprimir un “¡Joder es la torre de Mordor!”. La pregunta era si seríamos capaces
de subir sin ser vistos… La ruta original del año anterior era completamente inaccesible ya
que las condiciones de nieve eran este año totalmente distintas. Por lo visto no había nevado lo suficiente en la parte alta. La duda era qué hacer para empezar, y cómo continuar luego por la parte que no era visible desde abajo. La única posibilidad que teníamos era bastante simple: aventurarnos hacia arriba, hacer un buen intento y, desde allí, ir viendo las opciones de la parte no visible y resolver las dificultades según llegasen. Los miedosos y cobardes se lo hacen encima a la entrada… y como suele decir “Hook”: “nunca he tenido ni miedo, ni dinero”. Al día siguiente, sobre las cuatro de la madrugada, ya estábamos en pie y camino de la pared. Las palabras de “Hook” más que explícitas: “no tengo dinero, pero estoy empezando a tener miedo”. No comenté nada, lo creí innecesario. Ya habíamos tomado una decisión. El tramo rocoso al comienzo de la ruta fue una auténtica tortura porque todo era inestable y se movía como en una duna arenosa. Teníamos que tener muchísimo cuidado de que nada se desprendiese desde arriba. Por suerte, daba la impresión de que el hielo había
apresado todo lo que se podría haber movido sobre nuestras cabezas. Al menos eso fue lo que nos dijimos a modo de placebo, si no, posiblemente nos hubiésemos paralizado ante
la perspectiva del riesgo y el terror a que algo nos aplastará, bien un enorme bloque de hielo o de roca.
‘Lapse of reason’
Eventualmente, la única línea posible nos llevó hacia la parte izquierda de la pirámide. En ocasiones nos encontramos con tramos sin nieve que deberían habernos facilitado el paso, pero no siempre fue así y tuvimos que improvisar en varias ocasiones. Por suerte, pudimos buscar soluciones a todos los problemas que iban surgiendo. El primer largo entero de roca consistía en una arista con una veta de hielo que desaparecía inesperadamente al final y que nos servía de aviso de lo que sería la tónica de la ascensión. No nos regalaría nada. Deberíamos luchar por cada metro. Aun nos aguardaban otros 200 metros, y no serían metros fáciles de escalar, ya que no eran solo metros de desnivel directos. El día fue pasando, pero el terreno no cambió. Únicamente la pendiente parecía ir estabilizándose al tiempo que el vacío bajo nuestros pies se hacía más y más aterrador. Sobre las cuatro alcanzamos una afilada arista que había previamente marcado el año pasado como el “Nido del Águila”. Un pequeño “plateau” que, entre las interminables pendientes que cubren de forma uniforme toda la pared, nos pareció un oasis, un auténtico milagro. El filo que dividía la pared oeste de la pared este me recordaba un escalpelo, tan afilado que daba la impresión que si te sentabas encima te partiría en dos. Esto parecía demasiado. La forma nos había abandonado años atrás, ya solo nos quedaba el hambre por descubrir cosas nuevas.
Deberíamos aferrarnos a eso… La puesta de sol estaba al caer, y con el pasar de los minutos las nubes a nuestro alrededor se veían desgarradas por afilados haces de luz que bañaban la pared, aquel inmenso escudo infranqueable. Aquella noche sería muy dura. Tuvimos una
particular competición a ver quién tosía más… Yo resulté el ganador. La verdad es que hay un dicho que reza que: “si no has sufrido, no has estado en las montañas”. Esa noche sufrí, y mucho, pero lo peor estaba por llegar. Por suerte, “Hook”, como especialista culinario, preparó una deliciosa sopa china por la mañana, y me calentó algo de agua. Me pareció
un manjar y me vino fenomenal para la tos. Estaba muy agradecido. Durante el fugaz desayuno, una gran batalla, entre una gran nube y el sol, se estaba librando detrás de nuestra tienda. El resultado final lo sabríamos en breve. Mientras, nos deslizamos fuera de la tienda y organizamos el equipo. Vi que Zdeněk estaba algo nervioso, algo que pude verificar tras sus primeras palabras: “¿qué piensas hacer ahí arriba?”. Inmediatamente, me decanté casi instintivamente hacia el lado positivo de las cosas, y le respondí con un improvisado eufemismo: “Todo va a salir bien, hermano”. Sin miedo, ni vergüenza, me lancé a por el primer problema del día. La pendiente era realmente cruel… Roca firme se mezclaba con otra
descompuesta e incluso, en algunos momentos, roca que colgaba no sabemos cómo, a lo que se sumaba en ocasiones finas capas de hielo que debíamos superar sin perder demasiado tiempo jugando con ella dado el riesgo que conllevaba. Hubo un momento en que sentí un
repentino escalofrío que me recorrió la espalda. Estaba escalando bastante alejado de “Hook” y la reunión, me encontraba en una arista que no parecía muy complicada, pero arriba llegaba un punto en el que no sabía bien como continuaría. Hasta entonces no me había preocupaba aquello. El hecho de que mi mente estuviera ya en estado comatoso, y el sensor de miedo ya hubiese sido sobrepasado en un par de ocasiones, me colocaba en una situación un tanto atípica. Hasta que un impulso eléctrico me recorrió el cuerpo… No había nada que me hiciese estar allí parado. Los crampones emitían un desagradable sonido al arañar el granito, los piolets colgaban a mi espalda, las manos enguantadas se aferraban a la roca como podían, una roca sobre la que corría el agua como si fuese un riachuelo… A todo lo que intentaba agarrarme, o sobre lo que me apoyaba, desaparecía. Volaba de forma inmediata al fondo del valle. Sabía que no debía estar allí, no era una buena idea. ¿Cómo era posible que no me hubiese caído aún? ¿Estaba volando? La verdad es que, en ese tipo de situaciones, en
las que el fuego te quema el trasero, lo importante no es saber por qué has llegado a esa situación, sino simplemente correr para salir de ahí. Sentí en mis carnes la parábola de Mickey Mouse quien, cuando se halla suspendido sobre el abismo, continúa moviendo los pies a toda velocidad y se mantiene en el aire sin caer. El cordón umbilical que me unía con “Hook”, a unos 15 metros de distancia, se combaba constantemente. Daba la impresión de que Zdeněk estaba volando una cometa humana. Unos interminables minutos y por fin eché mano a un piolet que logré introducir en la añorada materia blanca. ¡Aguanta! Dejé poco a poco salir todo el aire de mis pulmones… Y seguimos adelante… La exposición, bajo nuestros
pies y alrededor, aumentaba con cada metro ganado. La esencia de nuestra existencia,en una posición tan vertical, y el hecho de que estuviésemos intentando atravesar ese terreno, no tenía ningún sentido. ¿Dónde está ese impulso que normalmente te empuja seguir y te dice, sin mediar palabra: “hacia arriba”? Es posible que el cúmulo de fuertes experiencias en la vida, bien buenas, bien malas, al final creen una especie de almohadón rosa que simboliza
la intensidad de la vida. Lo cierto es que creo que es positivo enfrentarte a todas las dificultades… y superarlas. A primera hora de la tarde, por fin superamos los últimos metros de la arista, los cuales, sin un paso aparente,habían logrado escaparse de las pendientes perpendiculares Una abrupta y accidentada visión de las montañas se extendía frente a nosotros. Supongo que se había escrito otra pequeña página en la historia del alpinismo, y la nueva vía, bautizada “Lapse of reason”, a esta montaña de casi 6.200 metros rezumaría un característico aroma checo. Sin duda, ¡toda una bomba primaveral en el Himalaya Nepalíes!DATOS DE LA ACTIVIDAD
LUGAR: Himalaya Nepalí
MONTAÑA: Kyajo Ri (6.186 metros)
VÍA: “Lapse of reason” (M6, WI 4+, 3+UIAA, ED+),
en estilo alpino. 1.2300 metros de desnivel y
1.600 de escalada. Arranca en la cara oeste y
termina en la este.
FECHA: del 25 al 28 de mayo de 2018.
APERTURISTAS: Zdeněk Hák y Már a Holeček.

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